sábado, 28 de enero de 2017

Quid pro cuo

El tiempo es lo único que ha pasado. Los olores se siguen manteniendo aún con el paso de este último, no hay duda; el azufre con el paso del tiempo sigue oliendo a azufre, la mandarina huele igual año tras año, el mar puedes no visitarlo en cinco veranos que siempre olerá a esperanzas perdidas, a tesoros humanos.
Y tú sigues oliendo a mí. Y qué decir de tu cama.

Sí, te hablo de tu cama, ni una lágrima probó. Se las dejé probar a la mía, síndrome de Diógenes puedes llamarlo, pero te aseguro que guardo bajo llave y bajo razón todas y cada una de las lágrimas que derramé pensándote, exprimiéndote en mis pensamientos.
Las gotas de tu cama, sin embargo, fueron de sudor, y por culpa de un determinado tipo de calor. Es injusto, lo sé. A ojos del mundo es injusto, pero leí una vez que todo lo que sube baja, y, amor, tú no ibas a ser la excepción. Te escribo en este preciso momento desde la más alta nube.


No todo es tan idílico...y es que, aquí, por desgracia, sigue lloviendo...




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