martes, 27 de diciembre de 2016

Me hiciste una experta

Sé de lo que hablo cuando mis dedos escriben acerca del sufrimiento. No es lo mismo que el dolor, el dolor es pasajero, efímero. El sufrimiento te va desgastando tan cruelmente que incluso llegas a dudar de ti misma.
¿Sabes? Volaste sin dejar el nido, nunca lo llegaste a dejar. Lo que dejaste fue una persona vacía, mimada por excusas que ya era tarde para justificar, adornada siempre de flores, pero de entierro.
Volaste y cambiaste de aires, de tierras, de mares. Volviste a caminar por los mismos senderos de indiferencia, y todo ello yendo paso por paso, hacia atrás, esta vez. Y cómo duele...
Duele ver que te fuiste, que realmente ocurrió. Que nadie lo imaginaba así pero, joder, te fuiste. Y gracias a tu no despedida hoy sé valorar y buscar yo misma la forma de despedir a los que, por desgracia, se acabarán yendo también. Y pienso hacerles una despedida indolora, insonora, con colores. Una despedida a lo grande. Una despedida que tenga de todo menos silencios y, por supuesto, nada de un adiós sufrido y gritado. Será el mejor adiós que diré nunca, y todo gracias a tu cobardía en escala de grises. Eso es lo segundo que dejaste. Y...¿qué decirte? Me hizo compañía y me acabé apoderando de ella. Hablo de tu cobardía, y mientras escribo esto me mira descaradamente, sentada en una esquina.




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