jueves, 13 de octubre de 2016

Viejo vicio de amar en vertical

Desperté. Luz de domingo, o de sábado. Y yo qué sé. Contigo siempre era fin se semana. Siempre había luz. Al darme la vuelta no te vi detrás de mí. Delante tampoco. Me incorporé, bebí agua. La necesitaba, y podría decir lo mismo de ti. Reflexioné sobre tomar un sorbo de la copa que quedaba en la mesa, solo había una, ¿para qué más? Lo tuyo era mío, y lo mío era tuyo. No bebí, había probado horas antes un trago de lo más dulce, tenía costillas y me amoldaba a él. Hablo de tu cuerpo.
Tú seguías sin aparecer. Mientras miraba al techo examinaba las cuatro paredes, las fotos, la vida de esa habitación. Apareció de golpe otra vida, sí. Tu cuerpo, de nuevo. Pasillo oscuro y tú te acercabas, seguía habiendo luz. Nuestra luz, aquella que iluminaba aquellos 3 metros que te separaban a ti de la cama. Te vi venir, te vi mirarme. Aquella noche, unida a la mañana, te amé en vertical. No me arrepentía de nada, solo de no haberte pedido una nueva copa y perderme, como solía hacer, junto a ti.


No hay comentarios:

Publicar un comentario