martes, 13 de septiembre de 2016

Intento de autocrítica biográfica

Así era ella; alegre, risueña, capaz de lo mejor y si ella quería, de lo peor. Sólo si ella quería. Se empeñaba en no ser manipulada, en formarse en todos los sentidos para que sus pies hiciesen algo más que desgastar el suelo. Tenía valor, y le constaba el significado de esta palabra. Le gustaba reír, arañar la tierra bailando noche sí noche también, pero encontró a alguien con quien arañar también las sábanas.
Era indomable, lo único que la controlaba eran los sentimientos. Estos se creían más que ella, y así era, los sentimientos la superaban. Le costaba entrar en razón, perderla era cuestión de horas, o de palabras, según se viese. Escuchaba la misma canción diez veces seguidas. Eso de que escuchar repetidamente la misma melodía provocaba efecto de rechazo hacia la misma eran leyendas urbanas.
Para ser justos, diré que toda leyenda urbana a su lado se convertía en un microcuento, con más o menos sentido. Más o menos verdad.
Era de las que dormía con manta en agosto, y le faltaba la ropa en los meses más fríos.

Así era ella, toda una paradoja. Una contradicción hecha persona que seguía una metodología particular: más por menos nunca es más. Y aunque se lo recordaban a menudo, siempre, siempre, siempre tiraba a matar.



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